Autor: Juan J. Paz y Miño Cepeda

La revolución de independencia de los Estados Unidos (1776) y, ante todo, la Revolución Francesa de 1789, han sido consideradas como hechos que marcan el inicio del capitalismo y de la democracia burguesa. Karl Marx (1818-1883) estudió a fondo ese nuevo modo de producción, que se extendió por los principales países de Europa. A partir de estos procesos y del análisis que hizo de la Comuna de París de 1871, comprendió que el proletariado era la clase conductora de la revolución que acabaría con el capitalismo para dar inicio a una nueva sociedad. Consideró que las condiciones materiales (económicas) y sociales para ese cambio revolucionario estaban maduras en países como Inglaterra y Alemania. Pero en la última fase de su vida, cuando se dedicó a los estudios sobre Rusia y el colonialismo, observó que los procesos revolucionarios igualmente podrían producirse en cualquier país, al madurar las condiciones históricas de su lucha de clases.

Sin embargo, los estudios de Marx sobre América Latina fueron escasos, por más que visualizó su situación colonial y de dependencia. Prácticamente nada llegó a conocer sobre la vida de las poblaciones indígenas de su tiempo, aunque estudió el mundo azteca e inca; y tampoco se adentró en las clases trabajadoras de la región. Esto no invalida sus geniales descubrimientos de las leyes que rigen al capitalismo, los criterios acerca de las democracias burguesas y las posibilidades de la revolución proletaria.

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